La frontera de Venezuela con Colombia por el estado Táchira fue alguna vez de las más dinámicas y vivas, incluso de toda Latinoamérica, debido al intercambio comercial entre ambas naciones. En 2015, el gobernante de Venezuela, Nicolás Maduro ordenó el cierre de los puentes internacionales y aunque ocho años después fueron reactivadas las actividades económicas, las consecuencias siguen estando presentes. 

San Antonio, municipio Bolívar, y Ureña, en el municipio Pedro María Ureña, eran referentes de exportación en textiles, tabacos, zapatos, hierro y materias primas, actualmente los dos pueblos están desolados y con poca presencia de compradores. Empresas cerraron, negocios quebraron y la informalidad creció debido a la medida tomada por Maduro en aquel entonces.

Actualmente las calles están vacías. Cientos de locales comerciales tienen carteles con anuncios de venta o alquiler. Los pocos que están abiertos siguen viviendo las consecuencias de las erradas políticas económicas. A todo esto se suma que la situación de los servicios públicos en la frontera va en detrimento. 

Comercios desolados en la frontera

Liliana Sandoval, residente y comerciante de la frontera, ha trabajado toda su vida en un negocio de venta de alimentos y artículos de primera necesidad y con ello logró comprar su casa y un carro. Recuerda con nostalgia las ruidosas calles y el caos de los carros de colombianos que llegaban al pueblo a comprar cosas. Todo eso ya desapareció.

“Mi negocio quedaba allí, a media cuadra y aquí en el parque se paraba un carro que iba que si para Los Patios, El Rosario y demás. Cuando empecé no tenía mucha mercancía y sin embargo compré mi casa. Cerraron la frontera y lo que hago es para comer o vivir, ya no me da para comprar una casa o algo así. Antes viajaba, ya no puedo viajar o salir a pasear. Trabajo de lunes a lunes de 9 de la mañana a 9 de la noche”, recuerda la mujer. 

En la misma situación está Miguel Ojeda, también comerciante de la frontera. Recuerda con añoranza los años antes del 2015. Tenía un negocio de alquiler de computadoras. Los 20 equipos dispuestos siempre estaban ocupados y tras el cierre de los puentes internacionales y la migración por la crisis de Venezuela, debió vender la mayoría de las computadoras y quedarse solo con cinco. 

También tiene una tienda de venta de alimentos. Allí llegó a tener hasta cinco empleados y actualmente solo tiene uno porque la poca cantidad de compradores le impide costear los sueldos de un equipo grande. 

Colombianos tienen miedo

Aunque antes los colombianos solían llegar a territorio venezolano a comprar algunos productos textiles y alimentos nacionales, la realidad desde que volvieron a abrir la frontera es que muchos prefieren no cruzar los puentes por temor a robos, hurtos o extorsiones. 

Sandoval relata que clientes colombianos le han contado que sus connacionales han advertido que en Venezuela los funcionarios policiales y militares suelen extorsionar a las personas solo por transitar en las calles. “Tienen mucho miedo, no se atreven a venir”, aseguró.

Indover Sayago, vicepresidente de la Cámara de Industria y Comercio de San Antonio del Táchira, instó a las autoridades a crear una policía turística, que permita atender a los colombianos que lleguen a hacer turismo o comprar malta, chicha, crema de leche o diablitos, como muchos quisieran hacer. 

En la frontera cientos de negocios quebraron tras el cierre ordenado por Nicolás Maduro.
Antes de 2015 San Antonio y Ureña fueron pueblos comerciales e industriales referentes en Latinoamérica.

Las consecuencias del cierre de frontera se pueden observan con los negocios que más nunca volvieron a abrir.