Ser Docentes en Venezuela es sinónimo de miseria. Todos los trabajadores públicos en el país padecen las consecuencias de las erradas políticas económicas del régimen de Nicolás Maduro, que mantiene el sueldo mínimo en cinco dólares, cifra que según datos de las Naciones Unidas, representa que los venezolanos viven en pobreza extrema.
Aunque Maduro incrementó el bono de alimentación y los bonos que ocasionalmente otorga, la realidad es que no son para toda la población, por lo que las desigualdades sociales se evidencian constantemente.
Un ejemplo claro de la situación de los docentes en Venezuela es la historia de Samira Gutiérrez, docente de primaria residenciada en San Cristóbal, estado Táchira, en la frontera de Venezuela con Colombia. Su sueldo mensual no supera los ocho dólares. Su situación es difícil para ella, pues tiene tres hijos a los que mantiene y cuida en su totalidad y sin ayuda de nadie.
Mercado de miseria
En un mercado de la ciudad, la profesora llegó a comprar lo que pudiese con el sueldo que le depositó el gobierno. De los ocho dólares que recibe, reserva tres para intentar cubrir el gasto del transporte público de 15 días, porque no tiene vehículo para movilizarse. Esto quiere decir qué tan solo le quedan cinco dólares de lo que percibe como docente.
Al ingresar al mercado notó que muchos de los productos que antes consumía, ya no puede hacerlo. Mayonesa, salsa de tomate y aceite son alimentos que salen de su presupuesto. Ahora debe priorizar sobre qué comprar y qué no puede permitirse para rendir los pocos alimentos que compra.
Con cinco dólares compró un kilo de harina precocida para hacer arepas, que le costó 1,70 dólares y dos kilos de arroz, que costaron 1,45 cada uno y sumaron 2,90 dólares. En total el gasto fue de 4,65 dólares de los 5 que recibe como educadora. Lo poco que sobró lo suma a lo que invierte en transporte público.
“Prefiero comprar dos kilos de arroz porque me rinde como un poquito más. Con estos tres productos cubro lo que me dan de sueldo. Esto es lo que compro, no me alcanza para más y yo no sé sí llorar o reírme pero es que hoy todos los los venezolanos estamos indignados por la falta de sensibilidad social por parte de los entes gubernamentales, que se ponen Rolex en las cadenas y collares, mientras que nosotros no podemos cubrir las necesidad del día a día, estamos en la miseria”, relató Gutiérrez.
Docentes en la informalidad
Para lograr sobrevivir a la situación económica de Venezuela, Gutiérrez invirtió con dinero que pidió prestado en un establecimiento comercial en el centro de la ciudad, en el que vende ropa de mujer que compra en Colombia y traslada a Venezuela, para así procurar mejores ingresos para ella y sus tres hijos menores de edad.
En su local informal tiene altos y bajos. Hay días y temporadas en las que vende lo suficiente para todos sus gastos y otros en los que la preocupación se apodera de ella y debe ofrecer por redes sociales las prendas de ropa, porque si no vende nada, no solo no puede compensar su sueldo como docente, sino que tampoco logra pagar el alquiler de su negocio ni comprar prendas de ropa más nuevas y a la moda.
Define su situación como difícil. El exceso de trabajo con el que solo sobrevive, incluye la tristeza que siente de tener a todos sus amigos y familiares fuera de Venezuela, por lo que tampoco tiene espacios de recreación o para dispersar la mente, porque todos sus afectos viven fuera del país.