(Fuente: Forbes / Alberto News) La política internacional de Donald Trump, pone a prueba a su diplomacia, una fuerza mucho más dinámica, menos poder blando, aranceles más alto y búsqueda de energía barata. Esta posición se ve con más claridad con referencia a las relaciones con Venezuela, un país secuestrado por el régimen de Nicolás Maduro, aliado de Rusia, China e Irán.

Durante la primera administración de Donald Trump, la Casa Blanca se centró en presionar a Venezuela para minimizar los beneficios de las exportaciones petroleras en la economía estadounidense, pero durante este segundo periodo presidencial, se están redoblando los esfuerzos para debilitar la dictadura madurista con la imposición de aranceles secundarios del 25% a todas las importaciones de países que compren petróleo venezolano.

El pasado 29 de marzo, la Casa Blanca también informó a los socios extranjeros de la petrolera estatal venezolana, Petróleos de Venezuela (PDVSA) que se removerán las autorizaciones emitidas por la administración de Joe Biden para exportar petróleos y sus derivados, lo que aumenta la presión sobre la capacidad exportadora del régimen.

Con información de Forbes

Si bien estas medidas sin duda habrán llamado la atención del dictador venezolano, Nicolás Maduro, apuntar a la industria más rentable de ese país puede ser insuficiente para implementar la agenda del presidente.

Una estrategia global dividida

Si bien el anuncio de Trump sobre estos aranceles el 24 de marzo se produce tras declaraciones previas sobre el envío de criminales y pandilleros a Estados Unidos por parte de Venezuela, su publicación en Truth Social sobre la medida cita como motivación la oposición de ese país a Estados Unidos y las libertades que Caracas viola. Dados los impulsos aislacionistas que sustentan muchas de las acciones de política exterior del presidente desde que asumió el cargo, los adversarios estadounidenses están recibiendo mensajes contradictorios.

El ejemplo más claro reside en el enfoque que ha adoptado el gobierno hacia Ucrania, priorizando la erradicación del conflicto en lugar de garantizar que las acciones beligerantes de Rusia durante la invasión sean castigadas y que se contrarresten los mensajes antidemocráticos en toda Europa.

Varios programas estadounidenses que promueven los valores de la democracia y la libertad, como Radio Liberty, Radio Free Asia, Radio Martí y otros, han visto suspendida su financiación (la de Radio Liberty fue restablecida). Estos recortes afectarán la capacidad de Estados Unidos para impulsar los esfuerzos democráticos en todo el mundo y debilitar regímenes autoritarios como el de Maduro.

La creciente presencia de China en América Latina

China, como el mayor comprador de petróleo de Venezuela, se verá directamente afectada por estos últimos aranceles. Las sanciones se sumarían a los aranceles ya impuestos a China, lo que la coloca en una posición difícil mientras evalúa si desinvierte en petróleo venezolano, que representa menos del uno por ciento de las importaciones, pero es un elemento clave de la relación chino-venezolana.

Sin embargo, las consideraciones estratégicas a largo plazo podrían superar la presión económica inmediata sobre China por suspender su comercio de petróleo con Venezuela. A medida que otros países dejen de comprar a Caracas, la dependencia del país de China como cliente podría aumentar, lo que le otorgaría a Pekín mayor influencia sobre los precios y la política venezolana.

Una relación comercial más estrecha con Venezuela consolidaría la posición de China como socio indispensable, fortaleciendo aún más su ya creciente poder blando y presencia en la región. Mientras figuras de la administración Trump, como el secretario de Estado Marco Rubio, denuncian la creciente influencia de China en Latinoamérica, los aranceles que entrarán en vigor en abril podrían tener la consecuencia imprevista de fortalecer la posición de Pekín.

Victoria para Canadá

Estos aranceles también podrían obstaculizar los esfuerzos de la Administración Trump en su intento de implementar medidas similares contra otros exportadores, en particular Canadá. Al comienzo de su segundo mandato, Trump se puso manos a la obra para imponer aranceles al vecino del norte de Estados Unidos, con una tasa actual del 25 % sobre todos los productos canadienses, excepto las exportaciones de petróleo y gas, que están gravadas con una tasa reducida del 10 %. Incluso la reducción del arancel sobre estos recursos genera alarma en Canadá, ya que Estados Unidos es su mayor mercado.

Es probable que los aranceles estadounidenses sobre los países que comercian con Venezuela impulsen a los consumidores actuales de petróleo venezolano a buscar proveedores alternativos. Los analistas ya han pronosticado que China e India podrían recurrir a Rusia como proveedor alternativo, lo que difícilmente representa una victoria para Estados Unidos. Canadá podría desempeñar un papel similar como exportador alternativo, ya que los aranceles sobre la energía canadiense, incluido su petróleo pesado, similar al de Venezuela, ya están en vigor, y Estados Unidos ya ha demostrado su discriminación en el comercio energético con Ottawa antes y después de la primera administración Trump, como lo demuestran los persistentes retrasos y la eventual cancelación del oleoducto Keystone XL por parte de las administraciones de Obama y Biden.

La actitud de la administración Trump hacia Venezuela se ha mantenido constante durante sus dos mandatos presidenciales. Sin embargo, al aumentar la presión sobre Caracas, interrumpiendo sus ventas de petróleo, la Casa Blanca de Trump corre el riesgo de fortalecer la posición estratégica de China en América Latina y la posición económica de Canadá. Castigar a Caracas tiene sentido, pero también lo tiene la tradicional promoción estadounidense de la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión, bienes de los que el régimen de Maduro carece profundamente.