Por Héctor Alejandro Zerpa

El 28 de julio de 2024 no fue una elección. Fue una humillación organizada, otra puesta en escena de una dictadura que ya no disimula, y un entierro más en el panteón de la esperanza venezolana. Pero esta vez, la tragedia no solo tiene un verdugo con uniforme verde oliva y boina roja. También tiene cómplices disfrazados de oposición, de salvadores, de estrategas, de “líderes” que juraron que esta vez sí, que esta vez iban a “cobrar”.

Pero no cobraron. No hicieron nada.

Venezuela fue testigo de una nueva estafa política a plena luz del día. En el país de la mentira institucionalizada, el 28J se vendió como la cita con la historia. Nos dijeron que votar era una herramienta de lucha. Nos vendieron épica de cartón piedra. Prometieron que habría un antes y un después, que si ganábamos, íbamos a defenderlo “hasta el final”. Pero el final llegó y no pasó nada.

El régimen, por su parte, hizo lo de siempre. Manipuló el registro electoral. Inhabilitó candidaturas. Secuestró instituciones. Repartió bolsas CLAP y miedo por igual. Forzó a empleados públicos a marchar como ganado. Fabricó resultados. Imprimió victorias falsas. Y luego se montó sobre la escena como si hubiese ganado algo. Pero ya no gana ni legitimidad. Solo tiempo.

Lo que duele no es solo lo que hizo la dictadura, porque eso ya lo sabíamos. Lo que verdaderamente hiere es la traición de quienes prometieron enfrentarla con dignidad, y a la hora de la verdad se arrodillaron. Duele escuchar a quienes hace meses gritaban “hasta el final”, hoy decir con voz temblorosa que “hicimos lo que pudimos”, que “hay que evaluar los próximos pasos”, que “el pueblo habló”. ¿Cuál pueblo? ¿Cuál victoria?

El fraude fue evidente, pero la respuesta fue ausente. No hubo plan B. No hubo estrategia. No hubo calle. No hubo liderazgo real. Solo hubo silencio, evasivas, y un nuevo luto colectivo.

La verdad incómoda es esta: la dictadura no tiene oposición, tiene una comparsa. Una cofradía de dirigentes que juegan a perder para seguir existiendo. Que se sienten cómodos en la derrota porque ahí se vive sin responsabilidades. Que negocian puestos, embajadas, contratos y financiamientos mientras el pueblo agoniza. Que hacen del discurso un narcótico para calmar a la gente, pero que no tienen intención ni de cobrar ni de liberar.

Mientras tanto, millones siguen en el exilio. Otros millones comen basura. Los hospitales siguen siendo cementerios. Las cárceles están llenas de inocentes y las calles de hambre. Y encima, nos quieren vender que “avanzamos”. ¿Avanzamos hacia dónde? ¿A un nuevo ciclo de farsas electorales? ¿A otra década de transición sin destino?

No hay nada más miserable que una oposición que le tiene más miedo a la verdad que a la dictadura.

El 28J dejó claro que en Venezuela no hay salida electoral posible mientras el régimen controle todo. Y dejó claro que tampoco hay salida con esta clase política pusilánime, que habla de democracia mientras pacta con los que la destruyen.

Es hora de decirlo sin miedo: el 28J fue un fraude del régimen, sí. Pero también fue un fraude moral de una oposición que ya no representa nada. Que ya no merece el beneficio de la duda. Que ya no puede seguir hablando en nombre de un pueblo al que han usado, engañado y traicionado sistemáticamente.

Venezuela no necesita más elecciones amañadas ni más candidatos de utilería. Necesita rebeldía. Necesita ruptura. Necesita un liderazgo honesto, coherente, que no le tema al sacrificio ni a la verdad. Necesita ciudadanos dispuestos a romper el ciclo de la resignación y la mentira.

Porque lo que ocurrió el 28J no puede repetirse. Porque ya basta de poner la otra mejilla mientras nos roban el país. Porque el tiempo de las excusas se acabó.

Hoy, más que nunca, debemos entender que el enemigo no solo está en Miraflores. También está en esas caras sonrientes que nos piden “paciencia” mientras reparten cuotas de poder entre ruinas. También está en los que prometen “cobrar” y luego salen corriendo cuando llega la factura.

Venezuela no merece este destino. Pero mientras sigamos aplaudiendo farsantes, lo seguiremos repitiendo.

Alejandro Zerpa.
Ex – preso político venezolano.