El despliegue militar estadounidense en el Caribe, con ocho buques de guerra, un submarino nuclear y 10 cazas F-35, ha puesto a prueba la lealtad de los aliados del régimen de Nicolás Maduro. Cuba, China, Irán, Nicaragua y Rusia, tradicionales soportes del chavismo, han respondido con cautela, mostrando un respaldo más retórico que contundente frente a la escalada de tensión. Este cambio de tono evidencia la fragilidad de la red de apoyo internacional de Maduro, mientras su régimen enfrenta acusaciones de narcotráfico y violaciones a los derechos humanos tras el fraude electoral de 2024.

Estados Unidos justifica su operación como una lucha contra el narcotráfico, señalando al Cártel de los Soles, liderado por Maduro, como una amenaza terrorista. Washington reportó la destrucción de tres embarcaciones, dejando 14 presuntos miembros del Tren de Aragua muertos. En respuesta, Maduro activó la operación Caribe Soberano 200 en La Orchila, desplegando 2,500 efectivos, y el Plan Independencia 200, con 280 frentes de batalla. Sin embargo, la reacción de sus aliados ha sido menos combativa de lo esperado.

Respaldo diplomático, no militar

Rusia, un pilar clave del régimen, limitó su apoyo a una declaración de María Zajárova, quien calificó la presión estadounidense como “inaceptable” pero sin anunciar medidas concretas, a diferencia de 2018, cuando envió bombarderos. China, por su parte, condenó la operación como una amenaza a la paz regional, pero su portavoz Lin Jian enfatizó el respeto al derecho internacional, evitando compromisos bélicos. Irán, a través del presidente Masud Pezeshkian, expresó solidaridad, comparando las “agresiones” a Venezuela con las sufridas por Teherán, pero no ofreció asistencia militar.

Cuba y Nicaragua adoptaron un tono más firme. Bruno Rodríguez acusó a EE.UU. de revivir la Doctrina Monroe, mientras Daniel Ortega cuestionó su capacidad para controlar el narcotráfico. Sin embargo, ambos carecen de peso militar para desafiar a Washington. Según Víctor Mijares, analista de la Universidad de los Andes, el apoyo de estos países es más político que estratégico, incapaz de alterar el dominio militar estadounidense.

Un régimen aislado

Diosdado Cabello, ministro del Interior, admitió la inferioridad militar de Venezuela frente a EE. UU., pero apeló a la “moral” del pueblo y sugirió una posible intervención de China, Rusia o Irán. Sin embargo, un general anónimo señaló que Rusia está enfocada en Ucrania y China prioriza su expansión comercial, no militar. La reciente reunión entre Putin y Trump en Alaska sugiere que la crisis venezolana pudo haber sido discutida, reduciendo la probabilidad de una reacción armada.

El régimen de Maduro, que mantiene a 823 presos políticos, incluyendo 89 extranjeros, según Foro Penal, enfrenta un aislamiento creciente. La tibieza de sus aliados, combinada con la presión internacional y las sanciones, debilita su posición. Mientras Maduro moviliza milicias y apela a la retórica antiimperialista, la falta de apoyo militar concreto de sus aliados revela las grietas en su red de respaldo, dejando a Venezuela vulnerable ante la ofensiva estadounidense.

La comunidad internacional debe mantener la presión sobre el régimen de Maduro, no solo por su historial de represión, sino por su incapacidad para garantizar elecciones transparentes. La oposición venezolana, liderada por figuras como Edmundo González, exige justicia y libertad. Frente a un régimen que se aferra al poder con violencia, la democracia y los derechos humanos deben ser la prioridad, más allá de las maniobras geopolíticas.