San Antonio del Táchira fue un sitio de referencia internacional por ser una ciudad viva, activa y de oportunidades laborales para miles de ciudadanos venezolanos y colombianos. Su ubicación geográfica entre Venezuela y Colombia le benefició históricamente, pero esa situación cambió en 2015 cuando Nicolás Maduro ordenó el cierre de los puentes internacionales.
Desde entonces la frontera no volvió a ser la misma pese a que fue abierta nuevamente tras reuniones de Nicolás Maduro con el presidente de Colombia, Gustavo Petro. Ahora la desolación de las calles, la falta de compradores y los problemas eléctricos, describen a una población que dejó de ser próspera para convertirse en un pueblo fantasma.
De acuerdo con el diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Carlos Palencia, antes del cierre de frontera, las actividades comerciales pasaban los 8.000 millones de dólares anuales entre importaciones y exportaciones, sin embargo, el representante de la comisión de fronteras aseguró que para el 2023 el movimiento económico fue de 485.3 millones.
Aunque la Cámara de Transportes Fronterizos reporta una mejoría del 200% en el trabajo que realizan, la comparación la hacen con el 2022, cuando las fronteras seguían cerradas y las labores estaban tan solo un 5% en el sector que moviliza mercancías como plástico, textiles y metales.
Ya no es una frontera viva
“La gente se está yendo”, reportó José Miltos, un vendedor informal de verduras. El hombre que desde hace siete años se dedica a este negocio recuerda que antes había cientos de personas en los locales, que todo era diferente y de oportunidades. Recuerda especialmente que tenía ingresos económicos suficientes.
Para Nicolás Durán, un mototaxista de San Antonio, los recuerdos son similares. En la otrora frontera podía trabajar sin problemas pero ahora la falta de clientes dificulta el día a día. Desde la reapertura de los pasos internacionales en enero de 2023 no ha podido laborar como antes.
“Se dependía de la gente que llevábamos a Colombia. Ahora eso ni se puede porque allá nos piden un seguro que es muy costoso y si nos agarran sin eso, nos pueden quitar los vehículos y los comparendos son muy caros”, reportó. Cada día el dinero que perciben alcanzan para comer y no para adquirir el seguro vehicular obligatorio en Colombia.
Pueblo fantasma en pleno 2024
La realidad en mayo de 2024 es que quienes están allí, sobreviven. Ana Martínez, panadera, contó que deben comprar la materia prima en Colombia debido a la falta de la misma en territorio nacional. Su familia ha sido víctima de la crisis fronteriza. Por un año y medio debieron dejar de producir panes porque no contaban con las condiciones de hacerlo. Ahora volvieron a lo que a tantos les gusta con un emprendimiento más pequeño.
Desde el año 2013 en Venezuela se registró escasez de alimentos, medicamentos e insumos, en el caso de Martínez. Por años los ciudadanos debieron hacer colas a las afueras de farmacias y supermercados hasta por 24 horas para comprar lo necesario para comer y vivir.
A juicio de Nicolás Durán falta mucho por parte de la administración de Nicolás Maduro para mejorar la dinámica fronteriza. “El gobierno toma decisiones que afectan a los comerciantes. Hace falta un gran cambio”, aseguró.
En el pasado quedaron las imágenes de las calles repletas de carros en San Antonio, de los negocios abarrotados de gente o de la bonanza. Ahora solo hay locales cerrados, llenos de polvo y con fachadas ya envejecidas. Las calles llenas de huecos y de botes de agua empeoran el panorama