(Fuente: El Estímulo / BBC Mundo) Autoridades en Estados Unidos usaron los tatuajes de Andry Hernández, oriundo del estado Táchira en Venezuela y peluquero de ocupación laboral, para deportarlo a El Salvador.

Andry tiene 31 años, es estilista, maquillador, diseñador. Fuera de sus oficios, el venezolano viajó a Estados Unidos pidiendo asilo porque se sentía amenazado y perseguido por ser gay y por sus ideas políticas.

Él salió de Venezuela en mayo del año pasado, atravesó la selva de El Darién y el 29 de agosto, después de pedir su cita, se presentó ante la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, según describe el medio de comunicación BBC, que investigó el caso de este joven venezolano.

Con información de BBC Mundo

De esa cita salió detenido, y fue recluido en Otay Mesa, en San Diego. Una vez allí, el funcionario Arturo Torres, de la administradora privada del centro de detención Core Civic, lo interrogó y llenó la planilla correspondiente a «Validación/Confirmación de Miembro de Grupo que Amenaza la Seguridad».

De todas las casillas, Andry solo llenaba la de tatuajes sospechosos y por eso obtuvo 5 puntos, la mitad de lo que necesita para ser, según ese sistema, parte confirmada de un grupo delictivo.

Nada de eso importó. En febrero, fue trasladado a otro centro de detención, el Webb County, en Laredo, Texas, y el 15 de marzo, el mismo día que Donald Trump desempolvó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 para poder deportar masivamente a migrantes que considera peligrosos, mandaron a Andry Hernández a El Salvador, al Centro de Confinamiento del Terrorismo, Cecot.

Andry tampoco sabía que era considerado sospechoso de pertenecer al Tren de Aragua. Solo esperaba su cita para concretar el asilo que le permitiría vivir en Estados Unidos. Según él, la persecución la sintió en TVES, un canal oficialista, donde trabajó un año como maquillador. Luego se devolvió a su pueblo, «deprimido» dijo una amiga, y a los pocos meses se fue del país.

Una fortuita foto de Andry Hernández

La familia no ha sabido nada de él desde que está en El Salvador. Supieron que estaba ahí porque vieron una foto.

El caso ha causado movimiento en Estados Unidos, gracias a una foto que hizo el periodista Philip Holsinger, de la revista Time, de un joven que rezaba de rodillas mientras le rapaban el pelo. Después se supo que era Andry. El gobernador de California, Gavin Newsom, ha solicitado su regreso y cuatro congresistas han pedido una prueba de vida.

Holsinger ha contado más sobre lo que vio aquel día en El Salvador: Andry Hernández gritaba llorando «¡No soy pandillero, soy gay, soy peluquero!» y se tapaba la cara con las manos encadenadas mientras los guardias lo abofeteaban.

Andry se dibujó las coronas en las muñecas en 2018, en su pueblo, y fue una decisión de última hora. Según contó su tatuador, José Manuel Mora. Su intención inicial era poner «mom» y «dad», para homenajear a sus padres, pero le pareció poco y quiso agregarle una corona a cada uno. Eso también tiene una explicación: desde hace 108 años, en Capacho Nuevo, se hace una festividad de Reyes Magos en la que Andry participa, con disfraces hechos por él y su familia, desde los 7 años.

Sobre el caso de Andry Hernández, y por qué las autoridades estadounidenses lo calificaron como un miembro del Tren de Aragua, no se sabe más. Sus abogados aseguran que ni siquiera han tenido acceso al segundo formulario que se llena por la Ley de Enemigos Extranjeros, donde se determina si son realmente peligrosos. Tampoco le han permitido comunicarse con sus padres.