El exembajador de Estados Unidos en Venezuela, James Story, considera que la probabilidad de una acción militar contra Venezuela pasó de un 10 a un 80% en apenas dos meses.

“La situación sobre el terreno ha cambiado enormemente”, afirmó para el medio The Guardian.

La llegada al Caribe del USS Gerald R. Ford, el mayor portaaviones del mundo, acompañado de su grupo de ataque, ha sido un factor clave para el cambio de percepción sobre la política de Estados Unidos contra el régimen de Nicolás Maduro.

Exhibición de poder de EE. UU. frente a costas de Venezuela

La operación oficial del Pentágono se enfoca en la lucha contra el narcotráfico, puesto que Washington acusa a redes vinculadas a la dictadura madurista de actividades «narcoterroristas», mientras realiza ataques letales contra embarcaciones que Estados Unidos considera amenazas.

La exhibición de poder, según analistas, busca forzar concesiones políticas y provocar la salida de Nicolás Maduro sin la necesidad de una invasión de ocupación al estilo de Panamá en 1989.

“No sabemos si se busca asustar para forzar la renuncia, provocar una división interna o abrir una ventana para una acción quirúrgica”, señala Benjamin Gedan, director del programa para América Latina del centro Stimson.

Opciones militares y riesgos estratégicos

Entre los escenarios que barajan exdiplomáticos y estrategas figuran ataques selectivos, bombardeos contra infraestructura militar o una campaña aérea destinada a “decapitar” al gobierno, según describió Story. Pero todos conllevan riesgos enormes: desde una guerra prolongada hasta una fractura social que desemboque en violencia generalizada.

“En apenas un par de horas podríamos destruir su fuerza aérea o sus defensas, pero ¿qué sucede después?”, cuestiona Gedan. El historiador de crisis recuerda el precedente de Libia y las dificultades para reconstruir el orden después de la caída de un régimen.

En Caracas, Maduro combina llamados épicos y gestos teatrales con movimientos de preparación: movilización de milicias, discursos de resistencia y alerta a la población. Observadores que conocen al gobernante sostienen que, pese a la apariencia despreocupada, existe nerviosismo en la cúpula.

“Probablemente, esté durmiendo en búnkeres”, dijo Andrés Izarra, exministro chavista exiliado.

Por su parte, sectores de la oposición más radicales ven en una intervención externa la vía para la salida del régimen. María Corina Machado ha declarado que dispone de planes para gobernar en las “primeras 100 horas” tras la caída de Maduro, una posibilidad que alimenta tanto expectativas como inquietudes.

Escenarios regionales

Los expertos advierten que la dinámica regional podría volverse ingobernable, con escenarios desde la expansión de grupos armados hasta el colapso de servicios básicos. Elías Ferrer, analista de Orinoco Research, recuerda el “escenario Libia”: el derrocamiento no garantizó estabilidad, sino fragmentación y guerra civil.

En el caso venezolano, la existencia de vastos recursos y estructuras criminales incrementa la complejidad.

“Venezuela tiene más en común con Afganistán que con Panamá”, sintetiza Gedan, al explicar que es un país donde una intervención exterior podría terminar en un largo y costoso atolladero.

En medio de la incertidumbre, la región observa con alarma. La evolución de los acontecimientos dependerá tanto de decisiones militares en de EE UU como de reacciones internas en Venezuela; ambas comunidades saben que las próximas jornadas pueden marcar un punto de no retorno.