(Redacción por David Gallardo) Omar González, dirigente del Comando Con Venezuela y perseguido político por parte del régimen de Nicolás Maduro, señala que, a un año de su asilo en la Embajada de Argentina en Caracas, han sido asediados y violentados sus Derechos Humanos, de él y sus compañeros, de la manera más cruel.

El pasado 20 de marzo, los dirigentes Claudia Macero, Omar González, Magali Meda, Pedro Urruchurtu y Humberto Villalobos, con la compañía del dirigente fallecido Fernando Martínez Mottola, ingresaron a la sede diplomática argentina en busca de un refugio por la emisión de órdenes de captura por parte del Ministerio Público.

«Tenemos ya varios meses sin el servicio eléctrico, así como también nos cortaron el suministro de agua. Nos han puesto límites insólitos en cuanto a alimentos, a medicinas. Nos han prohibido la visita de nuestros familiares. Estamos rodeados por la Policía de Maduro fuertemente armada en más de seis alcabalas alrededor de esta sede diplomática», señaló González.

En un vídeo enviado a nuestra Sala de Redacción, González también denuncia que una de las propiedades vecinas a la sede diplomática fue expropiada y se colocó un pelotón de efectivos de los Cuerpos de Seguridad del Estado. Explica también que existe un grupo de francotiradores con armas de asaltos equipadas con mira telescópica.

«Por si fuera poco, también han colocado en estas casas vecinas manadas de perros, rottweiler y pastores alemanes que sueltan en los patios, como hacían en los campos de concentración nazi. Quizás pensando que podríamos escapar de algún modo», denunció.

El decomiso de alimentos y abusos

González ha denunciado, como muchos otras ocasiones por él y sus compañeros de asilo, el constante decomiso de alimentos.

Incluso como anécdota, González nos contó cómo funcionarios decomisaron una caja de alimentos que fue enviada como regalo por su cumpleaños número 75. Los funcionarios tomaron los productos y empezaron a comerlo frente a los asilados, en taxista que llevó el presente fue detenido e interrogado «como un delincuente», siendo que solo estaba cumpliendo con un trabajo.

«Y lo más cruel es que descomisaron la caja de comida y la torta de cumpleaños, que me envió mi esposa, mis hijos, mis nietos. Y en presencia de nosotros se comenzaron a ingerir los pocos alimentos que nos enviaban, por ejemplo, frutos secos, maní, pistacho, cebollas pasas y una caja de confleite. Y ahí en presencia de nosotros, como para burlarse, se los comían. Por si fuera poco, se llevaron detenido al taxista que nos hizo el delivery, a mi familia, que me mandaron esa caja de comida y la torta de cumpleaños. Tuvieron ocho horas interrogándolos como si fuera un delincuente y él ni siquiera nos conocía, simplemente era un trabajador que fue contratado para traer esa comida», relató.

El deterioro de los servicios se ha evidenciado más a partir de la deficiencia eléctrica que sufre la sede diplomática. Esta problemática ha sido usada por el régimen como una forma más de persecución y de atropello a sus Derechos Humanos.

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«Por otro lado, después de esta asedia diplomática estaba equipada con una pequeña planta de emergencia que usábamos para cargar los teléfonos, para mantener el refrigerador prendido en algunas horas al día. Pero después de tres meses se fundió y el gobierno de Milei, de Javier Milei, el presidente de Argentina, compró una planta nueva y la vinieron a instalar. Y aquello parecía un despliegue policial como si esto fuera el cuartel de Al-Qaeda o cualquiera de estos grupos terroristas y aquí estuviera el sucesor de Osama bin Laden. El técnico estaba muy nervioso y quizás por eso invirtió los cables y quemó la nevera, así como también dejó sin posibilidades de electricidad buena parte de esta asedia diplomática. Y desde ese momento no hemos podido usar esa pequeña planta también nueva que compró el gobierno de Argentina porque no han permitido el ingreso del técnico para que repare lo que causó», explicó González.

La carga emocional

González explica que el desafío más difícil del encierro dentro de la sede diplomática es la carga emocional que conlleva. También recuerda a Fernando Martínez Mottola, quien falleció luego de salir de la embajada bajo un acuerdo con el régimen de Nicolás Maduro.

«Esto es la separación emocional que nos obliga a tener con nuestros familiares, no nos permiten ningún tipo de visita. Esta sede diplomática, que es una inmensa casa, que está en una colina, prácticamente son cinco pisos por la cantidad de escaleras que hay que subir desde la parte baja hasta la parte alta, no está sola, no hay nadie, solo nosotros cinco. Al principio fuimos seis, estábamos refugiados en la sede diplomática. Uno de nuestros compañeros murió producto del desgaste emocional y físico que sufrió durante nueve meses, me refiero a Fernando Martínez Mottola, fue ministro de Transporte y Comunicaciones, fue presidente de la Telefónica Cantv y lo conocía desde esa época, fue ministro porque yo en esa época fui gobernador del estado de Bolívar. Y aquí hicimos una gran amistad porque él cumplió 70 años estando en esta sede y finalmente decidió, yo digo que despedirse de su familia, de su esposa, de sus hijos, de sus nietos, porque a los dos meses después que pudo salir mediante unas medidas cautelares a su residencia, murió de un derrame cerebral», declaró González.

Personalmente, González destaca su estrago de estar lejos de su esposa luego de 53 años de casado, sin poder verla, ni a sus hijos o nietos. «Aquí he pasado las navidades, el fin de año, cumpleaños y eso es una de las cosas más dolorosas que el terrorismo psicológico que han aplicado hacia nosotros me ha afectado más», agregó.

Tareas diarias

González rescata que durante este tiempo ha podido redactar tres libros, de los cuales dos ya han sido publicados en Amazon y traducidos a varios idiomas, pero el tiempo dentro de este encierro los cercado a mantener tareas diarias para mantenerse ocupados y para protegerse de las amenazas que emite el régimen de Nicolás Maduro a través de los funcionarios del Estado.

«Algunos se han convertido en cocineros, otros en mantenimiento del aseo, lo que podamos. El riego de pimpinas de agua, porque no tenemos agua, porque no hay electricidad tampoco y la recogemos en pipotes y tenemos que subirlas a las habitaciones para el aseo personal y del ambiente. Y luego también en las noches bajo las tenue luz de una vela podemos conversar y analizar lo que estamos viviendo y hacer hipótesis», reveló González.

González también revela que entre sus compañeros y él se turnan para hacer rondas y mantenerse alertas a cualquier intento de los funcionarios para ingresar a la sede diplomática.

«A mí me toca la ronda desde las tres de la madrugada hasta las siete. Y así cada uno de nosotros tiene un horario y hemos improvisado un sistema de alarma con ollas y sartenes. Por lo menos para avisar a los compañeros que estaban en ese momento durmiendo, que están atacando, están ingresando», confesó.