La sorpresiva salida de los cinco miembros del equipo de María Corina Machado —Magalli Meda, Claudia Macero, Omar González, Pedro Urruchurtu y Humberto Villalobos— de la embajada de Argentina en Caracas y, posteriormente, de Venezuela, ha dejado más preguntas que respuestas. Tras más de un año de refugio en la sede diplomática, su traslado fuera del país se conoció la noche del martes 6 de mayo. Desde entonces, la narrativa oscila entre dos extremos: un “rescate impecable y épico”, como lo describió la propia Machado, o una compleja negociación cuyas condiciones aún están por revelarse.

El senador estadounidense Marco Rubio fue el primero en calificar el hecho como una operación de rescate, lo que inmediatamente generó dudas sobre la implicación de Estados Unidos en territorio venezolano. Sin embargo, el régimen de Nicolás Maduro y sus principales voceros, incluido Diosdado Cabello, han mantenido un silencio absoluto al respecto, algo inusual en una administración que suele reaccionar de forma enérgica ante cualquier señal de intromisión extranjera.

¿Un quiebre en el control de Miraflores?

Para la politóloga María Puerta Riera, si efectivamente se trató de una extracción ejecutada por Estados Unidos, esto evidenciaría una “falla de seguridad tremenda” dentro del aparato represivo del régimen. “Si fue una extracción, quiere decir que Miraflores no tiene el control absoluto; que hay fisuras internas, y eso recae en la responsabilidad de Diosdado Cabello”, afirmó.

El antecedente más reciente en este contexto fue una declaración de Cabello el pasado 24 de marzo, en la que rechazaba cualquier posibilidad de negociación y acusaba a los asilados de haberse refugiado “en la embajada de un gobierno fascista para hacer lo que les diera la gana”.

La politóloga cuestiona si hubo presencia de personal del Departamento de Estado, militares o incluso mercenarios para llevar a cabo esta operación. Pero si, en cambio, fue producto de una negociación, surge una interrogante aún más delicada: ¿qué pidió el régimen de Maduro a cambio?

Negociaciones silenciosas y diplomacia estratégica

El hermetismo con que se manejó el caso refuerza la hipótesis de un acuerdo diplomático. “No se trata de un hecho aislado”, señala Puerta Riera. “Es parte de un contexto más complicado. Si la salida de los refugiados en la embajada es un precio que se paga por algo, es importante saber ese algo”.

Entre las hipótesis que se manejan, se incluye una posible negociación en temas migratorios, energéticos —como el caso Chevron— o incluso diplomáticos y políticos de mayor alcance hemisférico. La reciente visita del presidente argentino Javier Milei a Washington, junto al reconocimiento del gobierno argentino a la “operación de rescate”, alimenta estas sospechas. Incluso se ha mencionado una posible intervención del Vaticano a través del cardenal Pietro Parolin.

¿Éxito táctico o cesión estratégica?

Luis Remiro, politólogo y experto en relaciones internacionales, no cree en una operación unilateral de rescate. A su juicio, “cuesta pensar que Miraflores no haya estado consciente de que eso estaba ocurriendo, porque cuerpos de seguridad del Estado vigilaban constantemente la situación de esas personas dentro de la embajada”.

Remiro advierte que si se trató de un acuerdo, la oposición debe actuar con prudencia. “De persistir las conversaciones, se pondría en riesgo la liberación de cientos de presos políticos que siguen en cárceles venezolanas. Obviamente si fue una negociación, Maduro recibirá algo a cambio”.

También plantea que el régimen podría usar esta situación para renovar su retórica antiimperialista y denunciar una supuesta intervención estadounidense, lo cual reforzaría su narrativa de confrontación permanente.

Entre el silencio oficial y la diplomacia subterránea

El traslado de los cinco opositores abre una nueva página en el complejo entramado de relaciones entre la dictadura de Nicolás Maduro y la comunidad internacional. El silencio del oficialismo, la falta de detalles sobre la operación y el posible intercambio de favores diplomáticos ponen en evidencia una realidad incómoda: el régimen continúa usando a los presos políticos y asilados como fichas de negociación, mientras su legitimidad sigue en entredicho.

Aún no está claro si lo ocurrido fue un rescate, una cesión estratégica o una jugada diplomática a múltiples bandas. Lo cierto es que el episodio vuelve a poner en el centro del debate la crisis institucional de Venezuela, las estrategias de la oposición y las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y el régimen chavista.