Por Francisco Santos
Por ningún lado me cuadran las cosas. No es que el presidente Gustavo Petro se haya apresurado a actuar de Medicina Legal o de Fiscalía, ya nos tiene acostumbrados a eso, ni las declaraciones que el incompetente ministro de Defensa, Iván Velásquez, hizo reiterando lo que dijo su jefe. Es que si sumamos y restamos las actuaciones del teniente coronel Óscar Dávila en su vida profesional, en su vida familiar y en los últimos días y horas antes de su muerte quedan interrogantes inmensos que mucho me temo nunca vamos a poder responder.
Empecemos por la personalidad del coronel. Un hombre duro, con calle, fuerte y que nunca mostró preocupación por la investigación que lo llevara a tomar esa letal decisión. Es más, su carta al fiscal lo muestra como un oficial dispuesto a servirles a la justicia y al país, como fue su carrera de policía. Sus compañeros claramente dicen que no era un hombre que cometería ese acto, menos cerca a su casa, donde podrían ver los terribles hechos sus hijos o su esposa. Existe la certeza de que no era un hombre de suicidio con problemas o, incluso, debilidad mental.
Un segundo tema es la familia del coronel. Todos los testimonios apuntan a su única debilidad, el amor por la familia, por su esposa y sus hijos. Era un hombre de familia, vivía para ellos y para su institución. El mensaje de despedida de la esposa en su entierro y declaraciones de sus compañeros muestran claramente un esposo y un padre responsable y muy orgulloso de su esposa y de sus dos hijos.
Varios elementos no cuadran en esta teoría del suicidio. El primero es el lugar donde lo hizo y con el arma que lo hizo. Un escolta y un policía nunca se desprende de su arma, no la pierde de vista. La mirada nerviosa del patrullero, quien debe ser pieza clave de la investigación, hacia el carro cuando compraba el agua para su protegido a pocos metros de su casa por lo menos produce inquietudes. Primero, ¿se le hizo la prueba del guantelete al patrullero? ¿Por qué se le manda de vacaciones inmediatamente cuando se necesita que esté a disposición de la justicia? ¿Por qué incumplió todo el entrenamiento referente a su arma y la dejó en el carro?
Hay otras inconsistencias que deben ser investigadas. Si se iba a suicidar, ¿por qué contrató a un abogado muy cercano a Petro apenas un día antes? ¿Quién le dijo a Dávila que Del Río debía ser su abogado? Eso es como poner al ratón a cuidar los quesos. Y, finalmente, ¿quién le dio la plata para pagarlo? SEMANA tiene una fuente que dice que fue el coronel Carlos Feria, su superior inmediato. La Fiscalía debe resolver esas preguntas.
Sin embargo, este abogado ya se había prestado para desviar la investigación, primero, acusando a una periodista de Cambio de haber sido el detonante del suicidio (después se retractó) y, luego, a la Fiscalía de haber intimidado al coronel. Claro, cuando la Fiscalía lo llama a declarar, el tinterillo de marras dice que no asiste a esa diligencia. Ese ‘abogado’, presto para recibir 50 millones, pero no para ayudar a la Justicia, hoy debe también ser parte fundamental de esta investigación. Vamos a ver.
Y, finalmente, hay que mirar con cuidado las últimas horas del coronel Dávila, pues allí de alguna manera se puede vislumbrar algún indicio de que ha decidido optar por un hecho tan brutal como este. Primero, dejó a unos familiares en el aeropuerto y según ellos no mostró ningún síntoma de lo que iba a suceder. Ellos abordaron tranquilos. Y, otro hecho, llamó a la familia para celebrar con ellos el rescate de los cuatro niños perdidos en la selva. ¿Uno se suicida minutos después de hacer esa llamada?
Nada cuadra, pero su muerte le convenía al Gobierno colombiano, al igual que al Gobierno cubano, ruso y venezolano. Destapar cómo Petro llegó a la presidencia con recursos de alguno de estos países destruye esta estrategia geopolítica continental donde Colombia va a empezar a jugar. Ya Musk mostró como los bots rusos jugaron a favor de Petro con cientos de miles de mensajes en la campaña. Hoy la embajada rusa en Colombia es un nido de inteligencia y su tamaño no tiene nada que ver con lo que Rusia hace o tiene en Colombia. El segundo de esa embajada está mencionado en las operaciones de desinformación que se hicieron desde la embajada rusa en Estados Unidos en las elecciones del 2016. Y todos sabemos cómo los rusos son expertos en ‘suicidar’ a quien es inconveniente y no se puede asesinar o envenenar. La presencia cubana también es fundamentalmente de inteligencia y ya sabemos que unos y otros entrenaron a los venezolanos.
No me extrañaría, entonces, que estas agencias de inteligencia, con la ayuda intencional o no de abogados colombianos, le hubieran puesto un ultimátum a Dávila. O se suicida, o nos llevamos a su esposa y a sus hijos por delante. Aprovecharon la única debilidad que tenía para deshacerse de quien podía desenredar el ovillo de este escándalo y dejase abierta la puerta para subir en la investigación y lograr desenredar lo de los 15.000 millones de pesos, que por ahora se sabe que entraron ilegalmente a la campaña.
El suicidio del fiscal argentino Alberto Nisman es lo que más se parece al caso del coronel Dávila. Allí quizás fue la inteligencia iraní la que actuó, pues investigaba un atentado contra un centro judío, que dejó 85 muertos, y apareció ‘suicidado’ un día antes de presentar sus acusaciones en las que involucraba al Gobierno de Irán y a altos dirigentes del Gobierno, entre ellos a Cristina Kirchner por tratar de proteger a ese país de esta acción.
¿Lograremos saber algo de la verdad en ese tenebroso asunto? El fiscal Barbosa tiene la palabra.