Por Ibéyise Pacheco

En la sede de la Dirección de Contrainteligencia Militar nadie durmió la noche del pasado 14 de octubre. La razón requiere poca explicación: Nicolás Maduro había anunciado la sustitución de Iván Hernández Dala como jefe de la DGCIM y de la Guardia de Honor Presidencial. El agite en el local llevaba dos objetivos: destruir evidencia que comprometiera en negocios ilícitos al funcionario destituido y a su amigo el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y resguardar documentos que pudiesen funcionar como seguro de vida.

He ahí representada la urgencia que asalta a los funcionarios corruptos de la tiranía cuando caen en desgracia: la preservación de secretos personales junto con la conservación de registros que comprometan a sus superiores, papeles útiles para negociar, así como también activar sus contactos de emergencia en un intento de que los testaferros no les “tumben” su fortuna mal habida.

La remoción de Hernández Dala -a quien la familia presidencial le dio acceso a su intimidad-, evidencia la fragilidad que actualmente consume a Maduro. Pero esa salida no apaga sus miedos, no solo porque el funcionario destituido ha asegurado a sus amigos poseer información suficiente para destruirlo a él y a su entorno; lo medular es que el tirano ha mostrado su minusvalía al verse obligado a ceder el control militar a Diosdado Cabello quien se la tenía jurada al jefe de la DGCIM. Es tan evidente el asunto, que se asegura que la destitución del exdirector del Sebin, Gustavo González López, -ficha de Diosdado- fue elaborada para no hacer tan evidente la superioridad de Cabello. Se especula que en poco tiempo será compensado en nuevo cargo.

El pugilato entre Maduro y Cabello refuerza la opinión dentro del oficialismo de que es corto el tiempo que le queda a Maduro en el poder; en el debate planteado en la élite del oficialismo y en el que también participa el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, apenas se roza la palabra transición. Al respecto, Maduro insiste en que eso solo sería discutible luego de su juramentación como presidente. Por supuesto, nadie puede confiar en la palabra del dictador.

Entretanto Diosdado Cabello se aprovecha de la debilidad de Maduro y aún quiere más. Es así, que las apuestas se inclinan porque el próximo en caer en desgracia será Vladimir Padrino López, lo que convertiría a Diosdado en el jefe del poder militar, diputándole de inmediato y con seguridad, el control político a Maduro.

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Es bueno tener presente que Diosdado Cabello es un personaje que desprecia la democracia, que ha mostrado en el ejercicio del poder señales delictivas en connivencia con el crimen organizado, que aplaude la violación de los derechos humanos, entre otros delitos. Sobre él ha trascendido que en el debate planteado su posición es no entregar el poder de ninguna manera.

Diosdado Cabello no siempre se mostró así. Temprano en el poder se esforzaba por mantener buenas relaciones con el sector privado hasta tal punto que el fallecido Luis Tascón lo acusó de encabezar la derecha endógena.

Sin embargo, Hugo Chávez descubrió su esencia. A principio de su gobierno, en los tiempos que se mostraba demócrata, Chávez contó a un pequeño grupo que Diosdado poco después de su juramentación como presidente, le había propuesto que aprovechara ese momento de alta popularidad para disolver el Congreso y controlar todos los poderes. “Me preocupó esa señal fascista”, comentó Chávez.

Ahora Diosdado ha aprendido a jugar con las dos manos y a través de emisarios que ha enviado a Estados Unidos y a otros países, se propone como una alternativa, presentándose como un jefe duro, condición imprescindible para controlar a la gente -según él- y evitar la balcanización que rompería el equilibrio, tal como ocurrió con Siria, Libia e Irak. Oficialmente EE.UU. ha devuelto sin atender a los enviados del ministro del Interior. En todo caso, por el norte todo está suspendido hasta el martes 5 de noviembre cuando se elija al sucesor de Joe Biden.

Entretanto en las entrañas del oficialismo no ignoran la actual crisis y algunos de sus miembros se están reagrupando. Lo que trasciende es que para todos es indiscutible que el 28J fueron derrotados y que en las condiciones que está el país se hace insostenible que Maduro continúe a la cabeza. Proponen entonces debatir la escogencia de un sucesor. Por supuesto que a Diosdado no le interesa debatir nada, y en su avanzada se prepara para su próxima batalla: los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez.

Pero el delirio de Diosdado no debería ignorar la presión internacional que continúa empujando para el desmoronamiento del oficialismo. La imposibilidad de desmentir las pruebas del triunfo de Edmundo González Urrutia y la alta credibilidad y el sólido liderazgo de María Corina Machado, mantienen viva la lucha por hacer respetar el resultado del 28J.

Y hay miedo en el régimen. El efecto de cada mensaje enviado por María Corina hace empalidecer a Maduro quien está desesperado porque no logra interceptar las acciones de la líder opositora cuyos mensajes además hieren tan certeramente que obligan a Maduro a tomar decisiones, tal como ocurrió con los cambios en el alto mando militar.

Fuente: Diario Las Américas