Por Ibéyise Pacheco
Tarek William Saab había encontrado una nueva oportunidad de congraciarse con Nicolás Maduro y Cilia Flores. Aprovecharía además para repetir el placer de ser tendencia en las redes. Pero en lo primero fracasó. La jugada contra humildes agricultores le salió torcida, aunque ya comenzaban a sumársele odiadores como Iris Varela que propuso en la Asamblea Nacional asumiéndose como juez, que todo trabajador del campo que lance hortalizas al río debe ir preso. Y soltó esta perla: “Vayan al interior del país; yo veo a los campesinos sacando el lomo de mula arrastrado. Se las ingenian y llevan sus alimentos a las ferias”. Buen ejemplo para determinar cómo valora el oficialismo a los venezolanos: haciendo trabajo como esclavos.
Aun no le había tocado retroceder al fiscal de Maduro, cuyo entorno -que debe detestarlo- le había aplaudido la detención y humillación pública de Ysnet Antonio Rodríguez, agricultor merideño, que, desesperado por ver perder su cosecha de zanahorias, las había lanzado al río en modo de protesta. Otro tanto había hecho con sus tomates en la población de Carache, en el estado Trujillo, Jhonar Barazarte Trompetero. Ambos representaron pacíficamente la desesperación de agricultores que ven pudrir lo que siembran y lo único que les da de comer. Todo porque a sus pueblos no llega combustible. Aunque para Cuba sí hay, por ejemplo.
El humilde rostro de Ysnet fue exhibido en redes como un peligroso delincuente para aleccionar a quienes se atrevieran a imitarlo. Fue detenido bajo la acusación de boicot económico por violar la ley de precios justos. El efecto público fue devastador y Miraflores ordenó su liberación. Esto ocurre, mientras los venezolanos se preguntan por qué Tareck El Aissami, responsable junto a Maduro de haber “desaparecido” más de 20 mil millones de dólares del erario, sigue sin responder ante la justicia, preservado en su residencia en Fuerte Tiuna fuera de cualquier proceso penal. Entretanto Venezuela ha quedado sin dinero y sin el combustible que urge a nuestros agricultores para no perder su esfuerzo y sus cosechas, lo que además desabastece al país.
Resulta interesante recordar los conocimientos previos de comida podrida del fiscal Tarek. Vayamos al 2010 cuando 36 mil toneladas de alimentos, con fecha de expiración cumplida, fueron encontrados en 1.197 contenedores de la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos, Pdval en Puerto Cabello. Los hallazgos de cementerios de alimentos se extendieron por otros puntos de Carabobo, por Cojedes, Yaracuy, Portuguesa y Anzoátegui. La cifra de esa podredumbre se ha calculado en 120 mil toneladas de alimentos en descomposición y 4.350 contenedores. El caso fue bautizado como Pudreval.
Al ahora fiscal, y entonces gobernador del estado Anzoátegui, le tocó reconocer que en el complejo criogénico de José se encontraban desde hacía un año 16 mil toneladas de leche no aptas para el consumo humano en 200 contenedores de Pdval. Tarek William Saab, con su conocido protagonismo personal, anunció demandar a la empresa china que había exportado el producto, cosa que no sucedió. La Fiscalía de entonces no mostró interés en abrir una investigación y el mandatario de Anzoátegui cambió de tema.
En el caso Pudreval los responsables tuvieron impunidad garantizada. Solo tres funcionarios de rango medio fueron procesados y salieron incólumes luego de gozar del juicio fuera de prisión. Rápidamente en libertad, dos de ellos fueron reintegrados a sus cargos, y el tercero se incorporó a la campaña de Chávez a la presidencia en el 2012.
El asunto de los alimentos, debe recordarse, fue a peor, como bien ha documentado la organización Transparencia Venezuela en su análisis de “Índice de percepción de la Corrupción”, donde han evaluado casos de corrupción de las instituciones públicas encargadas de la distribución de alimentos en manos de militares. La investigación precisa los variados engranajes de corrupción, como la incorporación de los consejos comunales y luego los Comités Locales de Abastecimiento, CLAP, con las cuentas de Alex Saab llenándose, para seguir con La Gran Misión de Abastecimiento soberano y seguro. En todos esos escenarios la comida ha sido un negocio milmillonario mientras el hambre se ha extendido por el país. La escasez ha sido dramática, herencia con penosas consecuencias para las nuevas generaciones.
Pero al fiscal Tarek le interesa más perseguir a humildes agricultores con unos kilos de zanahorias y tomates lanzados a un río. Y lo hace con saña y sin vergüenza.