Por Omar Estacio
Vladimir Putin es un corrupto. Putin es asesino serial, torturador, traidor porque manda matar a sus propios aliados. Además, es un gallina. La frase siguiente es de un coetáneo de Maquiavelo: “El veneno es el puñal de las mujerzuelas y de los cobardes”.
Al respecto, téngase presente el número de gente enviada al otro mundo a punta de polonio y Novichok por órdenes directas del tirano de Moscú.
A Putin le importa un rábano la voluntad de sus compatriotas, de allí que sea un adicto a las trampas electorales más desvergonzadas.
Han coincidido, en el presente mes de marzo, los sufragios para “elegir” (¿?) al Primer Mandatario de la Federación Rusa y la convocatoria, muy retorcida, por cierto, de elecciones presidenciales en Venezuela.
El actual jefe de Estado y aspirante ruso a la reelección, a pocas semanas de la votación general, no conforme con secuestrarlo y torturarlo, asesinó a su principal opositor, Aleksei Navalni; ordenó liquidar, a martillazos, en país extranjero, al asistente principal de este último, Leonid Volkov; a lo que agregó la inhabilitación por motivos fútiles e innobles -como lo hizo su vasallo más abyecto con María Corina Machado- de las candidaturas opositoras de Boris Nadezhdin y Yekaterina Duntsova. Por si fuese poco, un nutrido número de disidentes rusos se ha visto obligado a abandonar el país para no ser presa del citado matarife.
¿Creían ustedes que Maduro se iba a conformar nada más con inhabilitar a la señora Machado? Cumplido lo anterior, el sátrapa entronizado en Caracas pretende impedirnos a los venezolanos que, en su lugar, no postulemos a quién a él le dé su gana, sino a alguien con igual o similar perfil que Machado.
Los votantes, entre otros, tenemos el derecho a presentar candidaturas “por propia iniciativa” o a través de “grupos de electores”, es decir, sin intermedio de los partidos políticos. Pues ¡al demonio! con tal postulado, porque el Consejo Nacional Electoral, CNE, en su espurio llamado a elecciones publicado el cinco de marzo, comprimió de tal manera los lapsos que, de facto, erradicó el procedimiento para la “certificación de firmas”, incluidas las candidaturas por iniciativa propia o por grupos de electores. Lo que adquiere singular relevancia porque el intrusismo del Tribunal Supremo de Justicia al servicio de Maduro, en la dirección de los partidos y el prevaricato del CNE, han dejado a los venezolanos sin verdaderos partidos opositores, al extremo que de éstos sólo pueden postular candidatos a la Presidencia, Un Nuevo Tiempo, UNT, y la MUD, salvedad hecha que sobre esta última pesa una sentencia de la Sala Constitucional de 2018, que la declaró ilegal por transgredir la prohibición de doble o múltiple militancia. En cualquier momento reactivan la mencionada sentencia, lo que dejaría al partido UNT, contra el cual pesan fundados indicios de colusión con la narcotiranía, como única organización con capacidad de postular una candidatura realmente opositora.
A partir de la vigencia de la Ley Orgánica de Procesos Electorales (2009) registrar un nuevo partido político se convirtió en un calvario. A menos que usted sea un acólito de la RoboLución. O un falso opositor. Lo que explica que el gobierno usurpador afirme haber convenido el espurio cronograma electoral con casi 100 partidos que se dicen disidentes, pero que no son más que colaboracionistas con el régimen forajido.
A ver, ¿cuál de los dos, de los antes comparados, es el peor?
-Yo, por lo menos, no soy narcotraficante- clamó una voz desde Moscú.