(Columna de Antonio Ledezma)
El Foro de Sao Paulo se fundó en 1990. Ese andamiaje se instaló sobre los escombros del sistema comunista, porque eso es lo que dejan a su paso los gobernantes que ejercen funciones publicas inspirados en esas pócimas. Puras ruinas. El modelo comunista había experimentado fracasos muy ruidosos en China, en la Unión Soviética y en sus satélites cubanos y chilenos, por citar algunos casos emblemáticos. Viendo esos despojos algunos analistas, incluso agencias de seguridad que cuentan con amplias y bien equipas salas situacionales, llegaron a la conclusión de que ese esquema comunista era inofensivo, que “estaba liquidado” y que por lo tanto “había sido derrotado de forma definitiva”. En pocas palabras: Lo daban por muerto.
Pues bien, estaban errados. Tal como lo analiza en su estupendo libro La Guerra Cultural del Foro de Sao Paulo, el investigador venezolano Alejandro Peña Esclusa, esos observadores no atinaron a comprender que “el comunismo no es solo un modelo económico y una concepción del Estado, sino que también contiene una cosmovisión, es decir, una visión de la naturaleza, del hombre, de la historia y, en general, de todos los aspectos del conocimiento humano”.
Con una fría manera de proceder, los jefes del comunismo internacional decidieron desechar algunos de esos bocetos y conceptos, venidos a menos por sus estrepitosos desastres, para comenzar a entonar novedosos cánticos que en nada tuvieran que ver con las letras de “la lucha de clases y la abolición de la propiedad privada”. Fue así como retornaron a sus andanzas, esta vez, con un tonificado repertorio ideológico distinguido con los pendones del indigenismo, el ecologismo a ultranza, la teología de la liberación y la supuesta defensa de los mas pobres.
Los planificadores del Foro de Sao Paulo decidieron conquistar espacios de poder, como alcaldías, gobernaciones, curules parlamentarias y ¡hasta presidencias o jefaturas de Estado!, tomando esta vez la senda electoral como una manera de hacer realidad, en la practica, la máxima de que “el fin justifica los medios”. Se dieron cuenta que aquella bajada de Fidel Castro de la Sierra Maestra correspondía a otros tiempos y circunstancias y por eso la quimera de ver, algún día, a alias ”Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo instalado en el palacio de Nariño de Bogotá, después de cantar victoria secuestrando y matando seres inocentes, nunca se concretaría. Era necesario poner en desarrollo una nueva manera de pretender ponerle la mano a los poderes públicos, tal como lo hizo en 1998 el militar golpista Hugo Chávez Frías en Venezuela.
Chávez jamás abandono sus creencias y afanes dictatoriales, simplemente escondió sus verdaderas y originales intenciones para impulsar una guerra de quinta generación, que incluía utilizar las virtudes de la democracia para alzarse con el poder que no pudo atrapar con la furia sangrienta de la metralla. El golpista contumaz llega a la presidencia de Venezuela en febrero de 1999 y desde entonces se abrió el grillo de los petrodólares para inundar de financiamiento a sus aliados del FSP también pudieran emularlo en sus respectivos países.
Comenzó de esa manera lo que el autor Peña Esclusa bautiza como “la década dorada” del FSP, ya que a partir de entonces, el solitario y desvanecido Fidel Castro, contaría con un creciente elenco de jefes de Estado involucrados con ese foro. Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Tabaré Vásquez en Uruguay, Fernando Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Manuel Celaya en Honduras, Mauricio Funes en El Salvador y René Preval en Haití. Desde luego el gran protagonista, la figura que comenzaba a descollar, el que era aclamado en medio de atronadoras recepciones, era Chávez, el dueño de la chequera, por aquello de que chequera mata leyendas, sino tienen, además de narrativas, el billete que le sobraba al populista venezolano para repartir a diestra y siniestra la riqueza de nuestro país.
Basados en esas trincheras controladas, se dispusieron a extender sus tentáculos y fue así que comenzaron a aparecer figuras estrechamente vinculadas a ese FSP en los despachos de la OEA, de la ONU y del Mercosur. Pero esos espacios no eran suficientes, era menester crear otros entes que servirían de apéndices para profundizar y concretar el cumplimento cabal de esa agenda forista. Para contrastar con la Cumbre de Las Américas y su ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) se forma el ALBA (Alianza Libre Bolivariana de América), para someter a gobernantes se monta PETROCARIBE, utilizando el petróleo como un recurso para la repugnante extorsión.
Ahora contarían con mas recursos, porque superarían los fondos acaudalados con los atracos, secuestros y trapisondas aisladas, que pasarían a ser mengues proventos, en comparación con los colosales fondos disponibles en los Bancos Centrales, empresas petroleras, cancillerías, comandos militares e instalaciones de puertos y aeropuertos, desde donde amplificarían sus operaciones irregulares de narcotráfico, por ejemplo.
Desde el FSP tenían todo previsto. Si pierden algunas plazas, entonces apelarían a la formula de la desestabilización, tal como la ejecutaron en Chile, Ecuador y Colombia en donde incentivaron violentas protestas que derivaron en actos vandálicos, todo eso aderezado con la manipulación de estrados judiciales desde donde ponen en marcha la denominada “Lawfare”, estrategia aparejada con sus proclamas de paz simultáneamente a sus andanzas guerrilleras.
La receta del FSP es mas que conocida pues. Comienzan sacándole réditos a las debilidades de la democracia para subir al poder al que llegan con la idea aviesa de no abandonarlo jamás, por eso inmediatamente se dan sus propias “Constituciones” confeccionadas a la talla de sus calibres dictatoriales. Seguidamente le ponen las manos a Las Fuerzas Armadas que pasan a ser Guardias Pretorianas o pelotones al servicio de la revolución. El Poder Electoral se transforma en casas para fraguar trucos y trampas electorales. La oposición es catalogada de estorbo y en consecuencia debe ser infiltrada y los partidos judicializados y sus símbolos arrebatados para ponerlos en custodia de quienes se entiendan o amanceben con los dictadores.
Solo basta echarle un ojo, “a vuelo de pájaro”, a ese cementerio de riquezas en el que terminan las miles de industrias, fabricas o empresas que antes eran pujantes, pero que basta conque se debilité el principio de propiedad privada, para ver colapsar la economía del país. ¿Libertad de expresión? ¡Que va! Olvídense de eso.
Opinar como disidente al régimen es “traición a la patria”. Ah, otra cosa, ni parlamento, ni tribunales autónomos, eso no encaja con los objetivos de la revolución. Lo que sí cuadra son las alianzas con sus tutores rusos, chinos, iraníes, turcos, y desde luego la leyenda castrista es una pieza que no puede faltar en esos ententes. Por eso tramitan el ingreso de miles de activistas castristas con el ropaje de médicos, enfermeros, educadores, entrenadores deportivos, etc. Es una forma de invasión consentida y remunerada a la vez. Insólito, ¿verdad? Nunca estarán de mas sus compinches de los carteles de las drogas, de los garimpeiros que explotan irracionalmente el oro y otros minerales, de las megabandas, y de sus consentidos jefes de la guerrilla o los terroristas del medio oriente.
En conclusión, leyendo la obra escrita de Peña Esclusa, será posible entender que, desde ese FSP se encargan de desatar una guerra cultural para oscurecerle el ambiente a la ciudadanía, a tal extremo que le resulte complicado distinguir entre el bien y el mal. Mientras mas profunda es la crisis de familia, mejor será para consumar su plan diabólico. Normalizar la corrupción, desmontar la fe, despojar de esperanza a la gente y de ilusiones, especialmente a los jóvenes, es el catalogo perfecto para que esos pueblos se reduzcan a concentraciones humanas degradadas, sin valores y presas fáciles de la manipulación.