En Venezuela se han multiplicado las fallas del servicio eléctrico desde el 7 de marzo de 2019, cuando tres apagones masivos en apenas una semana dejaron a oscuras el país. Una completa crisis de servicios públicos, sin precedentes en la historia nacional.
En la actualidad, Venezuela depende en 80% de la generación hidroeléctrica del Guri y de otras dos centrales de Guayana, estado Bolívar, ante la insuficiencia de termoeléctricas debido a la falta de combustible, una paradoja en un país petrolero.
Las fallas eléctricas en Caracas, como en otros estados del país, son apenas una señal del progresivo deterioro del sistema eléctrico nacional, en todas sus fases, que se ha convertido en parte de la crisis social.
Un sin fin de cortes eléctricos prolongados han afectado a millones de venezolanos que luchan contra la falta constante de electricidad. Diversos estados del país han experimentado interrupciones prolongadas en el suministro eléctrico, generando consecuencias devastadoras para sus ciudadanos.
El régimen venezolano les atribuye cualquier problema en la infraestructura eléctrica, por sabotajes y bloqueos económicos, pero la verdad ha persistido más allá de lo anticipado, dejando a hogares, empresas y servicios esenciales en un estado de constante incertidumbre. Los hospitales se ven afectados, poniendo en riesgo la salud de pacientes dependientes de equipos médicos alimentados por electricidad.
El dictador Nicolás Maduro, en su pasada visita oficial a Brasil, ofreció suministrar electricidad al país, a pesar de la crisis eléctrica venezolana.
El ofrecimiento no concuerda con la situación real y actual de Venezuela, las fallas en el servicio eléctrico se han convertido en la pesadilla para los venezolanos.