En un giro dramático de la crisis migratoria venezolana, cientos de ciudadanos que meses atrás cruzaban selvas y fronteras en busca de una vida mejor en Estados Unidos ahora emprenden el viaje de regreso. Asustados, empapados y exhaustos, grupos de migrantes venezolanos se enfrentan a nuevas travesías —esta vez por el mar Caribe— para volver a casa.
Una de esas rutas los lleva desde Puerto Obaldía hasta La Miel, el último caserío costero de Panamá antes de la frontera con Colombia. En una precaria lancha sobre aguas agitadas, Roquelina Pirela, de unos 45 años, y su pequeña hija vivieron una pesadilla. “Es horrible”, dijo entre lágrimas. “Las olas, los golpes cuando (la lancha) subía y bajaba… Es bastante fuerte”.
Pirela forma parte de una creciente ola de migración inversa, en la que venezolanos regresan a su país después de ser expulsados o ante el temor de ser deportados por el gobierno de Donald Trump, quien desde que asumió la presidencia en enero ha ordenado la deportación de miles de migrantes, incluyendo a 288 venezolanos y salvadoreños enviados a El Salvador, donde fueron encerrados en cárceles de máxima seguridad bajo acusaciones de criminalidad.
En su intento por evitar mayores traumas, muchos han desistido de cruzar la frontera estadounidense. Ahora recorren México y Centroamérica a pie y en autobuses, mientras algunos optan por rutas marítimas que les permitan esquivar la temida selva del Darién. Pero el mar, lejos de ser una alternativa segura, se ha convertido en un escenario de terror.
“No se lo recomiendo a nadie, prefiero mil veces la selva porque el mar abierto es algo impresionante (…) es horrible, entramos en desesperación”, contó Noel Meza, un joven de 24 años con el rostro quemado por el sol.
Otros como Winston Duarte sufrieron mareos y vómitos, pero detenerse no era opción. “El chico (el botero) no podía parar porque podía ocurrir una desgracia. Ese mar es fuerte, no lo recomiendo”, relató el joven de 32 años.
La ruta marítima no está exenta de tragedias. A fines de febrero, una niña venezolana murió y otras 20 personas fueron rescatadas tras el naufragio de una lancha cargada de migrantes en aguas panameñas.
Aunque más de 300.000 migrantes, principalmente venezolanos, cruzaron el Darién en 2024, hoy ese flujo se ha reducido. El endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses ha provocado un repliegue desesperado. El nuevo rostro del éxodo es el del regreso forzado.
“No se pudo”, dice resignado Yohendry Fernández, quien vuelve desde México. “Realmente no sabemos cómo está actualmente, pero creo que en nuestro país estamos mejor que en cualquier otro país”.
Casi ocho millones de venezolanos han huido de la dictadura de Nicolás Maduro en la última década. Ahora, algunos regresan con las manos vacías, marcados por la xenofobia, el riesgo y la frustración de no haber logrado lo que parecía, una vez, el sueño americano.