Nicolás Maduro, bajo presión extrema por el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe y una recompensa de 50 millones de dólares por su captura, mostró su paranoia en un discurso el 18 de agosto de 2025. Acompañado por Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez, Jorge Rodríguez y Cilia Flores, el dictador ordenó armar con «misiles y fusiles» a la clase obrera y milicianos, buscando reforzar su control ante amenazas internas y externas. Admitió no dormir, afirmando que «el imperialismo tampoco», mientras acusó a disidentes y ONG de ser financiados por USAID y fundaciones alemanas como Konrad Adenauer y Rosa Luxemburgo para desestabilizar su régimen.

Maduro anunció un plan para movilizar 4,5 millones de milicianos, atacando a «tibios y disfrazados» que no le enfrentan directamente.

«Hay mucho cobarde escondido que no es capaz de decirme las cosas en la cara», dijo, alardeando de su «consecuencia con Chávez» mientras calificaba a críticos de «pusilánimes».

Su retórica apunta a disidentes como María Alejandra Díaz, exiliada en Colombia tras persecución, y ONG como SurGentes, cuya fundadora Martha Lía Grajales fue detenida y liberada bajo cautelares.

EE. UU. cierra el cerco: Destructores al límite de Venezuela

EE. UU. desplegó tres destructores con misiles guiados —USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson— cerca del límite marítimo venezolano, según Reuters, para combatir al Cartel de los Soles liderado por Maduro. Con 4,000 marineros, aviones P-8 y submarinos, el operativo busca desmantelar redes narcotraficantes. Pam Bondi reveló incautaciones de 700 millones en activos de Maduro, mientras Marco Rubio llamó al régimen una «empresa criminal».

Maduro respondió con bravatas, prometiendo defender «mares, cielos y tierras» contra un «imperio en decadencia». Jesús Daniel Romero, exoficial naval, afirmó que estas fuerzas «tienen la habilidad de llegar a las costas de Venezuela», intensificando la presión.