El alto costo de las carnes ha obligado a los venezolanos a eliminarlas de su dieta. Con precios que oscilan entre 5 y 12 dólares por kilo de carne y un salario mínimo mensual de solo 1 dólar, la mayoría de la población no puede permitirse consumir proteínas.
Mariela Chacón, una tachirense de 75 años, representa a muchos que enfrentan esta realidad. «No como ni carne ni pollo. Pertenecemos a la clase media y no nos alcanza», afirma. Mariela, quien se gana la vida vendiendo café, no genera los ingresos necesarios para cubrir los gastos de la canasta básica.
Remesas desde el exterior financian el consumo de proteínas
El consumo de proteínas es posible para aquellos que reciben ayuda financiera de familiares en el exterior. Con sus pensiones y bonos insuficientes, dependen de estas remesas para costear su alimentación.
Tulia Suárez, también de Táchira, es un claro ejemplo. «No tengo trabajo, pero mis hijos me envían dinero para comprar carne. Ellos son quienes contribuyen a la economía aquí en Venezuela», comenta.
Incluso quienes reciben los bonos del gobierno de Nicolás Maduro se ven en la misma situación, ya que estos pagos no alcanzan para cubrir los costos de la canasta básica. La situación de precariedad de los venezolanos es cada día más amplia.
Sin mejora salarial para el consumo de proteínas
La administración de Maduro mantiene los bajos sueldos desde hace al menos dos años, sin que los empleados públicos puedan tener opción de mejorar su alimentación y especialmente el consumo de proteínas.
Aunque en las empresas privadas los salarios son superiores, el alto costo de la vida en Venezuela impide que todos tengan acceso a una alimentación balanceada.
«Casi 90% de los venezolanos considera que su situación económica es mala»