No hay antecedente alguno en el mundo, un país sin electricidad simplemente no crece, se estanca, y ni hablar de lo que esto ocasiona en la población de ese país, algunos catalogan esta situación como una verdadera tortura diseñada para acabar con la paz de quienes viven en el occidente de Venezuela, especificamente en el estado Zulia.
Nadie duerme
Hablar de cortes eléctricos de 4 horas y más hasta dos veces al día es fácil cuando no se padecen, es que hasta pedir comprensión y paciencia como lo hacen desde Caracas los representantes del régimen es muy sencillo, lo realmente complicado es pasar por esas suspensiones del servicio sin alternativas, como lo hacen la mayoría de quienes viven en el occidente del país. Dormir tranquilo parece mucho pedir. Nadie duerme y quienes lo hacen, lo logran sacando un colchón para colocarlo en el piso y fuera de la casa, el calor se hace insoportable.
Dormir sin electricidad en una región donde es más que conocido el calor se complica y más cuando hablamos de niños. María Berrueta vive en el Barrio Libertador y le toca resolver al momento de descansar. ¨Tengo una de 6 añitos, otra de 3 añitos y tengo una de un añito, te puedes imaginar dormir con tres niñas sin luz¨.
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Los pacientes crónicos son los que peor la pasan, algunos han muerto en medio de una oscurana, fallecieron esperando por un servicio que para ellos no llegó, lo peor es que para quienes quedaron vivos, tampoco.
Apagones dejan muertos
Andrés Hernández nos contó de su hijo, nos llevó hasta su casa y en una pequeña bolsa cabe la vida de su hijo de quien sólo quedó el recuerdo. Desde octubre del año pasado están en total ausencia de electricidad por una falla en la red de distribución, un transformador que dejó de funcionar y que aún no es sustituido a pesar de los ruegos de los vecinos.. “̈Porque el hijo mío estaba acalorado todos los días y él espera y espera y espera que llegara la luz y se murió”, declaró Hernández con profundo dolor al recordar a su hijo.
Los cortes eléctricos son tan frecuentes que muchas veces quienes los padecen desconocen si se tratan de suspensiones por racionamiento o una falla puntual, muchos ruegan a Dios no sea un transformador dañado, algunos pasan años esperando por uno de los aparatos fundamentales para la transmisión de energía.
Hoy día los electrodomésticos están de adorno, no pueden funcionar, algunos se han dañado debido a la inestabilidad en la energía. Es que con las fallas eléctricas viene otro problema, el agua en las zonas altas de la ciudad. Es simple, sin electricidad no se encienden los sistemas de bombeo y sin ellos, no hay servicio.
Ciudades del occidente de Venezuela presentan un desbalance poblacional, debido a la diáspora muchos jóvenes se fueron a otros países dejando a familiares mientras pueden enviar por ellos, pero mientras esperan eso, les toca pasar las calamidades que ofrece el vivir el socialismo, servicios deficientes y ausencia de calidad de vida.
Como para enloquecer
Solo hay que imaginar una enorme bola de demolición sobre una frágil casa, así impactan los apagones sobre la sociedad del occidente de Venezuela, es que la tranquilidad viene por ratos, siempre hay que preocuparse por los cortes de energía, el agua por tuberías, cuando no llega ubicar un camión cisterna, dos cosas elementales. En Maracaibo se abrió una oficina para atender este tipo de casos de ansiedad y estrés, la intención es prevenir situaciones que sean irreversibles, como un suicidio por ejemplo.
Es que desde la pandemia y lo mal que esta se manejó, ocasionó intranquilidad en la población, los niveles de conflictividad aumentaron pero en un país donde las cifras son secreto de estado, es complicado totalizarlas. Es una realidad, por más que no se admita, por eso la recomendación es estar atentos a las señales y asistir a un especialista, no necesariamente está loco quién va a un psicólogo, ese es un tabú que se debe erradicar.
Por reparaciones al sistema, la corporación eléctrica nacional, conocida como Corpoelec, anunció racionamientos más severos, algunos aseguran que simplemente oficializaron una calamidad que ya suma al menos 13 años en todo el occidente del país.
Comer, bañarse y hasta hacer los quehaceres en total oscuridad es normal para muchos, sin dudas esto impacta en la economía y comercio pero por supuesto de eso no hay cifras, no interesa hacerlas, y difundirlas aún menos.