Geoff Ramsey, exdirector para Venezuela de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) y actual investigador sobre Venezuela y Colombia en el centro de pensamiento Atlantic Council, sostiene que Estados Unidos maneja una «política para las cámaras» y otra basada en sus «intereses geopolíticos» en relación con Venezuela, lo que se traduce en negociaciones directas por el tema migratorio y energético con Miraflores. A su juicio, la aparente escalada en la presión de Washington, con el despliegue militar en el Caribe, no derivará en un cambio democrático en Venezuela. Ramsey argumenta que la oposición venezolana debe combinar, de manera creativa, una estrategia interna y externa que lleve al cambio político, para lo cual EE. UU. «no es el principal aliado».
Ramsey describe que la Casa Blanca privilegia sus intereses energéticos, migratorios y geopolíticos sobre la recuperación de la democracia y el respeto a los derechos humanos.
«EE. UU. levantó sanciones el mes pasado. Hay indicios de que hay canales de comunicación abiertos todavía. Maduro los ha mencionado esta semana. Vimos la negociación de julio y la liberación importante de los presos estadounidenses y, por otra, estamos viendo dos vuelos a la semana, pagados por el gobierno de EE.UU., llegando de centros de detención a Maiquetía, que no serían posible sin algún tipo de comunicación directa entre Washington y Caracas», explicó en entrevista con Efecto Cocuyo.
Para el analista, pasar de negociaciones directas a un despliegue aeronaval en aguas internacionales es el resultado de distintas teorías de cambio en el seno del gobierno de Trump, pero no espera que esto lleve a una transición democrática.
Ramsey resalta que EE. UU. no está buscando desestabilizar al régimen en Venezuela, como lo sugiere el énfasis en que las operaciones ocurren en aguas internacionales.
«No vamos a ver ataques directos en territorio venezolano», advirtió.
A su juicio, EE. UU. reconoce «otros intereses» que van más allá de la democracia, como el petróleo y la migración, y no tomará decisiones que pongan en riesgo dichos intereses. «Vamos a seguir escuchando ruidos de sables de Washington, podríamos ver más ataques contra embarcaciones y vuelos que están transportando drogas; sin embargo, no veo a EE. UU. interesado en cualquier acción que pueda poner en riesgo sus intereses migratorios y energéticos en Venezuela. No va a correr el riesgo de contribuir a una ola de violencia y caos que podría generar aún más migración desde Venezuela ni perjudicar las operaciones petroleras en Venezuela, de las que se está beneficiando», sostuvo.
El analista alude a un «equilibrio perverso» en el que gana tanto el gobierno de Trump, con petróleo y puntos políticos en Florida, como Miraflores, con legitimación de facto, y la oposición, con retórica de mano dura que puede usar para insistir en el compromiso de EE.UU. con su causa. «Lo trágico de esto es que Venezuela no está cerca de una transición democrática y mi preocupación por esta dinámica es que el derecho fundamental del pueblo venezolano de elegir sus propios líderes sigue siendo violado sin ninguna resolución», afirmó.
Ramsey se declara pesimista sobre una pronta solución al conflicto venezolano, incluso con otras opciones de negociación política. «El problema con la negociación es que Maduro ha demostrado que es un experto en abusar de procesos de diálogo. Lo hemos visto múltiples veces en los últimos años. Para mí, el desafío es armar una estrategia más comprensiva, tenemos que romper con una visión de blanco y negro respecto de la presión y la negociación. Cualquier tipo de negociación puede ser eficaz si está acompañada por presión estratégica y canalizada», sostuvo. Sin embargo, no ve un plan por parte de EE.UU. para canalizar la presión en un «proceso de transición serio», lo que explica decisiones como emitir de nuevo una licencia a la petrolera Chevron con concesiones mínimas.