En el municipio San Judas Tadeo, en el estado fronterizo del Táchira, los Caficultores venezolanos luchan por mantener el trabajo que realizan, mientras lidian con el contrabando del producto a través de las trochas que unen a Venezuela con Colombia y con la falta de apoyo del gobierno de Nicolás Maduro. 

El panorama es complejo para ellos debido a que son múltiples los problemas: por un lado es un cultivo de largo plazo, que suele tardar hasta dos años en dar la primera cosecha, mientras tanto, cuando sacan los productos, se enfrentan a las limitaciones de movilización en Venezuela.

Para poder transportar, comercializar o exportar café, requieren de permisos del gobierno. Autorizaciones que no son fáciles de obtener y que además les resultan imposibles, porque son vía electrónica y en los campos venezolanos las comunicaciones son nulas, especialmente en las montañas productoras. 

“Nosotros mantenemos la producción constante, pero sí nos afecta el contrabando porque nosotros tenemos precios bajos y de paso, no podemos comercializarlo, eso es lo más importante para poder mantenernos, que sea posible exportarlo”, relató Ana Roa, caficultora.

Contrabando y falta de apoyo

Y es que la falta de apoyo gubernamental es vital para los productores de los campos venezolanos. Las trabas del gobierno de Nicolás Maduro impide que las movilizaciones sean fáciles, la exportación sea casi imposible y que las mejoras en las unidades de producción sean una utopía. 

Para que un caficultor pueda llevar el café desde el municipio San Judas Tadeo, a tres horas de San Cristóbal, la capital del Táchira, necesita autorización de las autoridades en materia de agricultura, pero estos requisitos resultan burocráticos y difíciles, especialmente porque se hacen vía online y en estas zonas no suele haber señal de telefonía. 

A todo suman que por las trochas que unen a Venezuela con Colombia también hay ingreso de café, reportan incluso que han visto café proveniente de Brasil que invade las empaquetadoras venezolanas. El contrabando impacta negativamente a quienes luchan por mantener su trabajo día a día. 

Los precios, que reportan bajos, disminuyen aún más por el producto hecho en Colombia.